¿PENSANDO CON EMOCIONES?


Un caso real: Como nuestras emociones absorben los recursos de nuestro cerebro
Imaginemos: noche cerrada, unos niños que deberían haber llegado a su casa hace más de una hora desde un lugar del que volvían solos por primera vez, y unos padres que no saben nada de ellos, a pesar de disponer de teléfonos móviles.
¿Qué creéis que hacen sus padres? Quizás preguntarse y darse respuestas esperables, preocuparse porque las respuestas no correlacionan con la vuelta de los niños… Las emociones invaden su capacidad de racionalizar las situaciones y entonces sólo les queda correr… salir a buscar a sus hijos, ya desesperados. Aprovechando su activación muscular salen a buscarles, recorriendo desesperados el camino que era habitual cuando volvían acompañados, recorriéndolo varias veces desde la casa hasta el lugar del que deberían haber partido.
Sus preguntas, sus respuestas, sus preocupaciones han entrado en bucle. Siguen haciéndose preguntas lógicas y respuestas esperables según su razonamiento, pero ya no razonan, sólo sienten. Tienen su cuerpo lleno de energía y su mente llena de emociones, y cuando algo está lleno, no deja sitio a otras cosas. Y entonces empiezan a dejar que su cerebro emocional mande y se dejan llevar por sus dudas, sus inseguridades, sus miedos, su imaginación…
Nuestra parte racional que piensa de manera lógica y, aún en mayor medida, nuestra capacidad cognitiva que desarrolla el pensamiento lateral, entran en colapso cuando todos nuestros recursos se centran en un desbordamiento emocional.
Entonces la amígdala comienza a gestionar nuestras emociones, subiendo los niveles de adrenalina y dopamina para facilitar estar alerta y preparados para dar respuesta a cualquier situación; y los niveles de cortisol ralentizan cualquier actividad no necesaria del organismo. Es entonces cuando ya hemos entrado en espiral.
Por cierto, los niños llegaron a su casa dos horas tarde, habían perdido el dinero para el autobús y se les había acabado la batería del móvil, así que decidieron volver por el camino que era menos habitual pero más concurrido. Tampoco pensaron otras opciones, se dejaron llevar por sus emociones y sus miedos… aún pueden aprender a gestionarlas, ellos y sus padres.
APRENDIENDO DE LAS SITUACIONES. ¿PRACTICAMOS?
Dedicado a nuestros hijos, y a todos los padres y madres, que alguna vez nos hemos llevado un susto.