NO ME GUSTARON TUS OJOS… O ESO CREÍA
Ayer escuché lo que decías, pero no terminaba de entender lo que hablabas. Siempre explicamos en los cursos la importancia de “lo que no dicen las palabras”, y tus ojos decían cosas que tus palabras no reflejaban.
Cuando tus palabras eran lógicas, argumentadas y correctas… tus ojos sentían.
Cuando tus palabras mostraban cabreo… tus ojos mostraban afectación.
Por un momento sentí que no me gustaba esa mirada, porque denotaba sufrimiento. Quise decirte que prefería unos ojos de enfado a unos ojos de decepción, pero no era el momento.
Menos mal, porque cuando mis emociones también dejaron paso a mi capacidad de racionalizar, pensé en que esos ojos demostraban que tras una buena profesional había también una buena persona, ya sabéis que los gurús de los recursos humanos nos dicen que no podría ser de otra forma.
Además, comprendí que tras la fortaleza no se esconde la sensibilidad, es de otra forma: la sensibilidad sostiene la fortaleza.
Te puedes permitir sentir, como profesional y como persona, incluso algo tan triste como una desilusión, porque eres fuerte, y eres fuerte porque sientes.
Recuerda que emocionarse incluye todas nuestras emociones. No pasemos del no permitirnos emociones al sólo permitirnos reír. Si estuviste de acuerdo con la frase “yo soy yo y mis circunstancias”, dale una vuelta y dite a ti mismo “yo soy yo y mis emociones”.
¿Nos permitimos estas fiestas la posibilidad de emocionarnos? Y una vez pasadas….¿seguimos?
Empieza YA en tu gimnasio emocional.
Entrenarás todas tus emociones. Puedes hacerlo desde casa o recurrir a entrenadores profesionales. Entrénalo, al principio no es fácil, pero luego será tu bagaje para afrontar el mundo.
¿Empezamos? No para principios de año con todo aquello de hacer deporte, ponerse a régimen, dejar de fumar…. AHORA. Desde ya. Desde el momento en que termines de ver mi felicitación de Navidad.